jueves, 25 de junio de 2009

El niño, la ballesta y los mitos del servicio técnico

Entro con mi padre al bar de siempre a tomar café, porque hasta el momento que doy el primer sorbo al ‘cortau’, no somos un padre y una hija, sino un padre y un proyecto de persona.
Bien, nosotros provocamos un curioso efecto cuando entramos a locales y demás establecimientos. Tenemos –doy fe-, la capacidad de llenar bares y tiendas que están vacíos a nuestra llegada.
Así, el bar desierto hasta que llegamos –no es vanidad, lo prometo, les invito a comprobarlo cuando lo deseen-, de pronto es puro bullicio aderezado con humo pestilente. Y es que encima, todos aparecen a la vez, en plan ‘Show de Truman’.

El segundo sorbo del café casi se me atraganta cuando un chavalín sale como una exhalación con una especie de ballesta o artilugio cargado con llamativas flechas mientras su madre, con parsimonia diametralmente opuesta a la de su hiperactivo vástago, advierte despreocupada:

- ¡Deivíííí! ¡A ver si vas a dar a alguien!

Cabe la posibilidad, ciertamente. Pero dudo que ‘Deiví’ haya oído la advertencia de su pachangona madre. A lo lejos parece que veo quejarse a un viejillo que tiene una flecha azul celeste clavada en un ojo.
¿Se imaginan la reacción –retardada-, de la madre del pequeñín?

- ¿Qué te había dicho, Deiví?

Con el regusto de un café que nos ha removido hasta la conciencia, nos dirigimos al servicio técnico, o al menos así se hace llamar. Resulta que el último modelo de móvil con 3G y 5J’s, con Bluetooth y rayos ultravioleta, con 18 megapíxel, con Blueray y hasta Aloe Vera... no carga. Que no funciona, vamos.

Esperamos la larga cola pacientemente, y cuando sólo nos quedan dos personas por delante, aparece una tipa con aparente prisa que invade tu espacio vital. Guarda silencio y está quieta, pero su lenguaje corporal dice, sin lugar a dudas, “los últimos serán los primeros, y me voy a colar”. Cuando sientes su aliento pestoso en tu nuca, se crea un ambiente tenso y violento. Te preparas para evitar que la tía sortee obstáculos y se ponga por delante de todos los que la precedemos, que a sus ojos de arpía venida a menos debemos de parecerles mero atrezzo de la tienda.

Además de la capacidad de llenar establecimientos, se puede decir que de mi padre he heredado otro poder genético: el de la credulidad. Confiamos en los seguros, en las garantías, en que el servicio técnico es eso, técnico.
Pero nada más lejos de la realidad. Tras el mostrador nos atiende la que parece la hermana adulta del Deiví, con una vestimenta que lo mismo vale para atender nuestras dudas sobre la batería del móvil que para ir de barbacoa.

- Joder, es que me he cortado las uñas, macho... No puedo quitar la tarjeta...

Lo de “macho” va por mi padre de cincuenta y pico años. Intuyo que el adjetivo no le pega nada, pero la hermana de Deiví no se percata y me espeta:

- ¿Tú tienes uñas?

Junto al poder de atestar lugares vacíos y de confiar excesivamente en la humanidad, añado el poder –de dudosa utilidad, todo hay que decirlo-, de escasa reacción ante este tipo de situaciones. Sí, se dirige a mí, me pide que yo de el curso avanzado en telefonía móvil en su lugar y que solucione sus dudas, que son, manda pelotas, las mías.

Pero nosotros no somos los únicos con poderes, no crean. Hay gente, como la hermana de Deiví, que tiene esa capacidad de responder con aplastante naturalidad “ni idea” a cuestiones que se supone debieran conocer.

- ¿Cómo puedo darme de baja en este servicio?
- Ni idea-, sonríe, satisfecha de sí misma.

Al final dejamos a la hermana de Deiví con el teléfono último modelo, porque la garantía sostiene que, aunque la solución resida en un simple cargador, es preciso enviar a Groenlandia todo el equipo: el cargador, el móvil, la factura, las fotos hechas con los 18 megapíxel y hasta las uñas de la eficiente ‘técnica’.
Damos por supuesto la respuesta a “¿Cuánto tardarán en arreglarlo?”, así que eso que nos ahorramos.

Lo irritante de todo esto es que, cuando una sale del ‘servicio técnico’ y se enfrenta a la realidad color crudo y sabor acre, le exigen tres idiomas y cuatro años de experiencia para sacar la basura de un portal (se valorará máster en tratamiento de residuos así como don de gentes). Supongo que es importante saber decir “ni idea” en, al menos, dos idiomas. Busco oxígeno y grito:


- ¡¡¡¡¡Deivíííí!!!.... ¿Te queda alguna flecha?


Pie de foto: Descargada ilegalmente de aquí. Perdonen las molestias. Por cierto, antes de que lo pregunten, me declaro insolvente. Por si acaso.

viernes, 19 de junio de 2009

Amanece ocaso


Hoy no es un día alegre. De madrugada nos ha dejado Vicente Ferrer, y el café del desayuno se nos ha atragantado con el último atentado de ETA, que se ha llevado por delante a Eduardo Puelles García. ¿Qué se puede decir que no se haya dicho ya?
Sólo pensar en esa dantesca escena, en su familia, en la sangre y el fuego, en los gritos, en la rabia, en el dolor, en la desesperación, en la impotencia... siento escalofríos.
Después, me quedo en blanco.

Esta mañana, el pequeño nietecito de la vecina, tan alegre con sus rubios rizos locos, nos ha mirado a todos con cara de susto.

Supongo que sólo nos estaba imitando.

miércoles, 17 de junio de 2009

lunes, 15 de junio de 2009

Poderoso caballero es don Silencio

Tal como yo lo veo, en un hospital o centro médico es tan importante no fumar como guardar unas mínimas reglas de cordial convivencia. Es decir, hablar poquito y bajito, que estamos enfermitos. Y cansados de esperar.

Lo peor no es pasar horas y horas alimentando la paranoia mientras respiras posibles virus, sino escuchar las carcajadas y los detalles más insignificantes de una vida fútil que no nos interesa en absoluto.

No quiero rozar el autoritarismo ni tampoco pido que reine el silencio absoluto -seamos realistas: los sueños, sueños son-, pero considero que al menos tengo el derecho a no oir las estupideces del personaje insulso de turno en sonido Dolby Surround. Digo yo.

Me sucedió el otro día, mientras esperaba paciente en la sala de espera del hospital de día, a la vez que iba agotando los recursos de la máquina de café tentadoramente cerca del lugar -por cierto, ¿han probado el café a la avellana? Sorprendentemente delicioso-.
Entonces una tipeja alegre y sandunguera hace su aparición estelar y comienza a aburrir a su lastimoso contertulio y por supuesto, al resto de los allí presentes.

La retahíla de temas aumenta gradualmente hasta lo bochornoso. Empieza animada con los progresos de la operación de un presunto familiar o lo que sea, pero luego olvida rápidamente al paciente y empieza a hablar de la asiduidad con la que su hijita -sí, lamentablemente esta mujer tiene a su cargo a una personita inofensiva-, se lava la cabeza, relata con pasmosa expresividad sus últimas travesuras en el 'cole' -sospecho que la verdadera autora de tales chiquilladas es ella-, la última cena en el restaurante chino donde se intoxicaron a muy buen precio y quedaron realmente satisfechos, la última de la Lore, del Rober y de la Yoli... Así sucesivamente.

Al fin, el Ser Supremo se apiada de nuestras malditas almas y el amigo se despide de la tipeja molesta. Creo que le ha dicho algo como que ha ido a fumar. Pero pongo la mano en el fuego porque el tipo no ha probado un cigarrillo en su vida. Es una escapatoria. A lo Prison Break.

Por unos instantes, reina la paz y la tranquilidad en la atestada sala de espera. Una olvida los virus y respira como si de pronto se encontrara en lo alto del Himalaya. Da igual la espera, el murmullo de otras conversaciones fatas y fáticas. Es un murmullo, no una voz desagradable que te ataladra el cerebro. Es llevadero con café a la avellana o sin. Vuelvo a concentrarme en mi libro.

Pero el Destino es cruel, y vengativo. Suena un móvil. Rezo con toda mi alma porque no sea el de la tipeja chillona y petarda. Pero el Destino es cruel.

- ¡Hola guapísima! ¿Qué pasa contigo gooolfaaa?

No puedo evitar asociar la imagen veraniega de la pedorra en cuestión con la expresión popular 'hija de la Gran Bretaña'.

Vuelven las carcajadas en estéreo, risas enlatadas que acompañan la crónica de una vida que, insisto, no tengo ninguna gana de escuchar, ni de oir, ni de percibir. Creo que ni siquiera a ella le interesan la cantidad de tonterías que está contando. Quizá por eso el elevado volumen de su discurso: necesita que alguien la escuche, la mire. Aunque sean miradas de odio y rencor asesino. Supongo que no son más que los nocivos efectos secundarios de la cultura del reality 'txow': Vendemos a precio de oro vidas que no valen nada, y a bombo y platillo. Tener algo realmente importante que decir, es secundario. Horror vacui. Cuéntale al mundo tu última barbacoa y como a Jesús se le quemaron la costilla y parte de la butifarra, y todo por no hacerte caso.

En fin. Yo trato de evadirme en la lectura del libro, intento concentrarme en algo positivo y silenciar así la odiosa voz. Pero el tiempo pasa y no puedo ignorar el taladro mental.

De fondo, suenan los más ridículos politonos que uno pueda 'contratar' a través de los soporíferos anuncios de televisión. Lo del 'último grito' se convierte en una expresión completamente literal.

Repaso visualmente la dantesca escena y mis ojos tropiezan con un cartel que se me antoja revelador, como un sospechoso mensaje tipo 'Matrix'. El anuncio, dirigido a los pacientes impacientes que pierden los nervios con el personal sanitario, reza así: "La agresión no es la solución".

Pie de foto: Muchas gracias por facilitarme esta preciosa y significativa instantánea. Captada de aquí.

lunes, 8 de junio de 2009

¡Y lo que te rondaré Moreno!

¿Oyen descorcharse botellas de celebración? No se precipiten en su respuesta. Medítenlo. No vienen de la fiesta de Federer. No es José Luis Moreno porque han atrapado al asaltante que le atacó con gran violencia. Tampoco los colegas del detenido que han logrado escaquearse de la chapuza en la casa de aquel ventrílocuo.
No.

Es el sistema en sí (hoy me he levantado punki: ¡okupa y resisteee!). El sistema judicial. El burocrático-administrativo. Las Fuerzas de Seguridad. El gobierno. Los portavoces 'planetarios' del presidente. Los asesores, los sastres y los trovadores gubernamentales. Oficiales y oficiosos.

Hace unos días oí en el telediario –hasta hoy no he podido salir del shock para compartir el trauma con ustedes-, una noticia con aparente final feliz que, dada la novedad, inflaron hasta lo humanamente digestible y casi me dieron ganas de montar un sarao en casa dado el despliegue informativo-festivo.

Resulta que sí, que al final han detenido al asaltante de José Luis Moreno. Perfecto. Todos dormiremos un poco más tranquilos hoy. La periodista dice –eso sí, en una pudorosa voz en off-, que la rápida detención ha sido posible gracias a que Moratinos firmó hace poco no sé qué tratado de colaboración en no sé muy bien qué país del Este –información precisa y rigurosa, no me lo negarán-. Ese acuerdo ha debido de facilitar todo de tal manera que invita a pensar que el criminal se entregó voluntariamente implorando perdón de Dios entre lágrimas de arrepentimiento.

Luego también se comenta, restando importancia subliminalmente, que el tipo en cuestión ya fue capturado y condenado a prisión pero que, al parecer, “consiguió salir debido a un error judicial”. No quiero incidir en mi afán picajoso, pero... como diría mi amiga Saralegi, “What the fuck??”.

Sí. Han vuelto a colgarse medallas a diestro y siniestro. Un brindis por ese error judicial. No hay mal que por bien no venga, Peláez.
Pero la cosa no acaba ahí. Aparece un agente muy solemne y uniformado que explica orgulloso ante la cámara la detención “casi en tiempo récord”.

A estas alturas, supongo que los muñecos de Moreno se habrán quedado sin habla.
He aquí una lección de Periodismo para principiantes: “que la realidad no te estropee un buen titular”.

En fin, será que soy una pesimista sin remedio ni causa y que siempre ve “errores judiciales” en lugar de alegres y diplomáticos tratados express y detenciones en tiempo récord.

¿Oyen esas risas?

Son del capullo que le dio la paliza a Moreno. O de cualquier otro indeseable que obtiene impunidad gratuita gracias a nuestra nefasta hipocresía del que dirán y del todos somos igual de buenos y amiguitos.

Pie de foto
: Astrit Bushi, presunto líder de la banda que agredió a Moreno. Gracias por dejarme sustraer esta foto de aquí.

domingo, 7 de junio de 2009

Photodenuncia II: Prohibido respirar. Se acabó lo que se daba



El despliegue de carteles como el de la foto de arriba, en donde con un poco de esfuerzo, fe e imaginación puede leerse "prohibido actividades acuáticas" -mi móvil no da para más, y casualidad no llevaba la cámara digital encima, zotx-, coincide con las faraónicas obras de la Supersur. Se trata de una autopista que, en detrimento del último y único pulmón que tenía nuestro contaminado Barakaldo -se conoce que esto excede la jurisprudencia de SuperCiviko-, nos hará la vida mucho más sencilla en términos de fluidez vial.

Lo bonito es comprobar que aún somos rebeldes. Aún se intuye algo de revolución latente. Por cada cartelito prohibitivo, dos o tres pescadores aficionados.

¡Dejen al pueblo que pesque sus peces radioactivos en paz!

jueves, 4 de junio de 2009

Munduko kaleetan barrena

Ez naiz Berlinen, Shanghain, San Franciscon, Dakarren ezta Medellinen ere izan. Alegia, ez naiz fisikoki izan. Nire irudimenak, ordea, munduari jada pare bat buelta eman dizkio. Klase turistan eta inongo poltsa, maleta edo nortasun agiririk gabe.
Gelditasuna: ‘delayed’.

Hiri edo herri batera bidaiatzean, ohiko museo eta eraikin esanguratsuenei derrigorrezko bisita egin ostean, nora jotzen duzu?
Bada, bertoko bizitza ‘erreala’ dastatzera abiatzen zara. Izan ere, inor ez du turista tipiko-topikoa izan nahi, ezta?!

Modako jatetxeak, herritarren gustuko parkeak edo bestelako tokietan barneratzea, hausnartzea... baita galtzea ere! Horretan datza bidaiatzearen xarma berezia.
Horma horretan ageri den grafitti bitxiak zeure atentzioa deitu du, begira ze-nolako janzkera daramaten gazte horiek, adi egon skater horren trebetasunari...
Horrela, bat-batean, turista izatetik biztanle izatera bihurtzen zara.
Edonola ere, Medellineko ‘aguapanelita’ bat dastatzeak edota Berlinen ustez uneoro jaten diren saltxitxak hartzeak ez zaitu ‘hiritartasuna’ emango, orduan, non dago gakoa?

Kaleko kulturan. Kultura alternatiboan, izkutuan, agerikoan, gazteen kale mugimenduan, alegia.
Aisia artea bilakatzen denean, orduan grafitti horrek berezko zentzua hartzen du. Eta batek daki! Agian bihar bere egileak Tate Modern edo Guggenheim museoan aurkeztuko du bere bilduma kuttuna.
Era berean, parke horretan ikusi dituzun dantza, trebezia eta akrobazia horiek guztiek olinpiada berri bati emango ote diete bidea! Auskalo!


Fúnebre XX Aniversario de la masacre de Tiananmen



Que el valiente solitario reaparezca y por favor pare a Kim Jong-il y demás chusma.

De cómo apretarse el cinturón

La escena es de película, aunque dicen que está basada en una historia real. Quién sabe hasta qué punto será cierto. Un grupo de resistencia trata de defenderse de ser exterminados como animales. Comienzan su revolución con mucha rabia y cuatro balas, de las que tres son destinadas a la venganza. La de la recámara, para la supervivencia.

El líder flaquea en la escena en cuestión, cae de rodillas ante el suelo impío del bosque cuando trata de huir con su 'pueblo' en pleno bombardeo nazi. Delante de sus desesperados ojos, el agua que les separa de una salida terrestre se antoja un imposible. Todos preguntan asustados qué van a hacer. Cómo cruzaran el obstáculo farragoso e interminable. Qué harán con los niños. Y con los enfermos.

Entonces, aparece el sucesor del líder, que ya era cadáver en la memoria de los supervivientes. Aparece, fusil en mano, y sin temblarle la voz pregunta un tanto airado por qué demonios están todos parados sin hacer nada. Los supervivientes le explican la situación. El líder permanece arrodillado, ensimismado ante el pantano que le separa de su victoriosa salida.

"Es imposible", suplica alguien entre sollozos.
- Imposible es lo que hemos hecho hasta ahora. No hay nada imposible. Los fuertes ayudarán a los débiles.

Hasta ahí el guión no se sale de lo establecido. Pero entonces viene el pragmatismo conmovedor del guerrero, que devuelve la fe a quienes se creían perdidos y ya no hacían más que esperar en silencio el sonido ensordecedor del siguiente bombardeo.

- Dadme esa cuerda. Y dadme todos vuestros cinturones-, ordena el joven mandatario.

Así, la resistencia retomó la lucha por tierra, mar y aire. Encadenados y amarrados a un gran cinturón colectivo. Próxima misión: tierra firme.

Y lo consiguieron. Derrotaron tanques. Devolvieron la fe. Salvaron vidas. Enterraron con dignidad a otras muchas. Dieron sentido a todas y cada una de ellas.


Mi moraleja insomne: No creo en los brotes verdes, ni siquiera en las raíces. Sólo en el puñado de semillas (posibilidades) que tiene uno en su puño en el momento.