domingo, 14 de septiembre de 2008

Noche en negro

… O noche retrospectiva, por seguir con mi tónica psicodélica y pseudointelectual.

Después de todo, quizá esto no sea más que un brote de lucidez intermitente, pero creo que comienzo a despertar de mi letargo fatal. De ese estado de ‘stand by’ que me ha paralizado y narcotizado hasta extremos insospechados.

He roto con el Destino. Definitivamente. He intentado escucharle y comprenderle. Me he esforzado en convivir con él durante todo este tiempo. Pero hasta aquí hemos llegado. Punto pelota. Tú a Boston y yo a California. Y no se hable más. Ya se ha reído suficiente de mí.

Paseando por una Gran Vía cortada y atestada de gente entusiasmada con la propia muchedumbre y las actividades posmodernistas en los edificios madrileños, entre fotógrafos improvisados y amantes de un humeante Starbucks a altas horas de la noche, caí en la cuenta de que me estaba dejando llevar por una corriente extraña y ajena a mis verdaderos deseos.

Me encontré libre y sin saber qué dirección tomar. Y cuando no sé exactamente a qué calle de qué número me dirijo, me desquicio y me pierdo. Te sacan un poquito del guión y ya está liada. A pedir sopitas. Pues no. Perderse es interesante. Debería salir más con el coche sólo para perderme por Madrid. Sí, meterme en un bochornoso atasco y salir de él airosa.

“Uuuhh… No sabe a dónde va, y de momento lo ha dejado todo atrás…”.

Luces chill out y cañas en los Kebab’s. La vida está esperando a que la sorprendas, a que la disfrutes, y tú te evades con historias del Renacentismo mientras esperas que el horóscopo te eche una mano. Inútil.

Llegados a este punto, creo que es un buen momento para parafrasear las palabras de mi sabia amiga Alondra Valle: “Sí… Era tu oportunidad… Pero bueno, las oportunidades no vienen solas, hay que darlas un empujonsito”.

En efecto, mi querida Alondra. Un empujonsito. Una huida hacia delante, pero con convicción y entusiasmo.

“Tengo ganas de enfrentarme a la vida de una puta vez ya, joder”, clama un becario previa retirada de la fatua y particular noche en negro mía.

Estamos programados para ser impasibles. No nos afecta el vómito ajeno en el metro ni aunque nos salpique a los zapatos (disculpadme, colectivos sensibles). Una chica, que probablemente viene de fiestuki, pierde el equilibrio y cae tontamente de la moto al parar en un semáforo en el paseo de la Castellana según mis seguramente erróneas coordenadas. Quizá esté borracha. O quizá no. El caso es que los que contemplamos la escena permanecemos ajenos e inmóviles. Ella se levanta y coge su moto y después, sale acelerada la primera. A comerse la ciudad. Dí que sí.

Amanece por fin en Seseña sin sustos ni sobresaltos, que no es poco. Creedme. El sargento ‘Pobedilla’ puede marcharse a casa tranquilo, ya ha terminado el turno. No más denuncias ni inspecciones oculares.

Al final, después de tantos rezos y tanta fe, después de tantas guerras por demostrar qué Dios es el mejor, resulta que todo ha sido un malentendido y que la religión es una interpretación equivocada de la… astrología. Sólo adoramos el Sol y sus ciclos.

Vaya. ¿Comprendéis ahora el motivo de mi enfado con el Destino y su séquito de ironías? Tiene un humor negro que, sinceramente, me exaspera.

De todos modos, Carpe Diem.

Pie de foto: Courtesy of Alberto Esponja. Gracie.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Día introspectivo


... O día 'de tirada', como queráis, aunque lo primero suena mucho más intelectual.

Hoy es uno de esos días en los que quisiera replicar a esa insolencia que no contesté, hoy quisiera rebobinar la cinta de esta historia y hacer un par de arreglos, editar con un poco de valentía unas escenas que me imagino pero que no me atrevo a realizar.

Poner una lavadora. Leer un libro. Aniquilar la celulitis, que aún creo estar a tiempo (¿o acaso soy una incauta víctima de la publicidad milagrosa?). Crear algo de la nada. Y que funcione.
Hacer que el viento sople a mi favor. Escribir un guión alucinante basado en hechos escrupulosamente reales. Vender muchos best-sellers y comprarme una isla.

Pero estoy aquí tirada, en la cama. Escuchando a Amaral, siempre tan oportuna: "No sé qué hacer con mi vidaaaaa".

Hoy quisiera ordenar la casa, la mente, el cuerpo. Verlo todo claro, y actuar. Coordinar mis fantasiosas utopías con la realidad. Quitar frenos, grilletes, fronteras, banderas... que se hunda el protocolo y que se estropeen los radares. Abajo los 'oteros' y arriba el Top Manta y las falsificaciones de Tuos, Lacusto y Carolino Herrero.

Hoy quisiera dejarme llevar por mi intuición femenina... y acertar. Quisiera no arrepentirme ni imaginar lo que pudo ser. Quisiera dejar de pensar que es posible y ver, comprobar, que efectivamente ese plan es viable; y por una sencilla razón: porque sólo tengo una vida que muchas veces regalo al caprichoso destino y a otras tonterías... y entonces dejo de controlar mis días. Sueño despierta y divago por las noches. Me aferro a entelequias y cierro los ojos, puertas y ventanas cuando esa ciencia-ficción amaga con ser real al menos parcialmente.

Creo que las ataduras no son más que síntoma de cobardía, no le veo otra explicación. Quizá un psicólogo de estos que tanto necesitamos para todo en esta narcotizada sociedad afinara más en el tema.

Pero nadie mejor que una misma se conduce, se retuerce... y se desdice.

Lo sé, cada día tiene menos sentido lo que escribo aquí... pero... ¿qué esperabáis de un día introspectivo?


Pie de foto: El mar puede ser la clave...