viernes, 24 de julio de 2009

Haiku Absurdo de Verano (vol. II)

Cenizas


Arde todo,

presuntamente,
intencionadamente.
Aquellos brotes verdes,
sin duda,
eran transgénicos.







Pie de foto: By courtesy of ElUmbral.

martes, 21 de julio de 2009

Haiku Absurdo de Verano (nueva sección paranoica para la sobremesa)



Bochorno


El asfalto se derrite bajo mis pies,
los tengo teñidos de negro,
¿por qué utilizar un nombre
tan refrescante como 'ola'
para referirse
al bochorno?







Pie de foto: Powered by ElGusanoInfame. Special thanks for you.

lunes, 13 de julio de 2009

Las bandas de la playa

Manda pelotas. Para un día que puedes disfrutar de la playa y el sol, primero tienes que pasar por el aro -una vez más, maldita sociedad-, y pagar por aparcar en la zona 'O.C.A' (y tiro porque me toca... apoquinar) de Castro, a pesar de ser domingo -los festivos tampoco están a salvo-, para después no poder siquiera relajarte un poco porque las bandas organizadas están al acecho.

Y no es una leyenda urbana. Lo he visto con mis propios ojos. Le ocurrió a la pareja que estaba justo a mi lado, pero me temo que el objetivo podía haber sido yo perfectamente.
O al menos eso creo, porque pensándolo bien esta gente elige muy bien a sus víctimas, y lo 'atractivo' de esta pareja era que estaban en edad de más poder adquisitivo que una parada como yo -mejor coche, más dinero suelto, tarjetas, qué se yo-, y también estaban dentro de la franja horaria del reloj biológico: podrían estar pensando seriamente en tener un churumbel.

Las cosas así, aparece un niño mulatito muy gracioso que enternece a la pareja y a los que estamos alrededor y dice: "Creo que me he perdido". El niño capta la atención enseguida, y la joven pareja empieza a preguntarle cómo se llaman sus padres y ese tipo de cosas. El pequeño parece realmente perdido, mira aturdido aquí y allá, y rehuye las preguntas de la joven pareja.

Al cabo de unos minutos, el incauto joven ve a un socorrista cerca y se lleva con él al pequeño. Y es ahí cuando se destapa el 'crimen perfecto'. El socorrista mira indiferente al crío y señala a la familia de éste, que está justamente a cuatro toallas de la pareja.

- ¿Son tus padres?- pregunta el joven, un tanto sorprendido.
- No, no...- balbucea el crío, que tiene más que aprendida la lección.


Así que ése era el plan. La familia ladrona manda al niño con cara compungida a un objetivo, esperando que la solitaria víctima o pareja acuda con él al puesto de socorro, dejando sus enseres desprotegidos y listos para el hurto.

Más tarde, y delante de nuestras narices, observamos cómo el niño va, efectivamente, con su familia. Y no sólo eso. También le conocen los jóvenes que están al lado, y los del otro lado también. De repente, tras el presunto robo frustrado, todos parecen conocer perfectamente a Daniel, el niño que hace unos minutos parecía desamparado y se cobijaba en las toallas de la inocente pareja.

Entre las OCA's, las mafias, las medusas, los rayos ultravioleta y ultradañinos, la resaca del mar, la gente que no entiende de distancias de seguridad ni mucho menos de espacios vitales para la respiración básica del ser humano -Señora mía, ¿es que no ve que tiene mil y un sitios libres como para plantar su sombrilla entre los dedos de mis quemados pies? Perdone caballero, ¿es necesario que me tape el sol mientras se fuma ese dichoso puro?-, etc., etc.... ¿Quién dijo que la playa era relajante?

Con todo, estoy en contra de dictar leyes absurdas como hay en muchas playas en las que se prohibe comer, fumar, tener el móvil con sonido en la hora de la siesta y hasta dejar las toallas "a menos de seis metros de la orilla". Un reglamento, por estricto que sea -a veces roza el ridículo-, jamás suplirá el sentido común.

Por tanto, intenten relajarse y... ¡Sálvese quien pueda!

lunes, 6 de julio de 2009

'Cristianomanía'

Aglomeraciones por San Fermín. Marchas fúnebres masivas en los aledaños de ‘Neverland’. Masas enfervorizadas esperando a Cristiano, el jugador de los 94 millones.
Cortesía de Florentino, de Caja Madrid, del Gobierno... De ustedes mismos, al fin y al cabo.

Al parecer, eso es lo que debemos entender ahora por ‘apretarse el cinturón’: usted llévelo al zapatero (con minúscula, aunque tanto monta...) a que le haga más agujeros y mientras tanto, otros se compran el último modelo (y el más hortera) de la dichosa marca de prestigio. De una de esas tiendas en las que, antes de que uno ponga el pie dentro, el detector de metales comienza a pitar como un chivato loco porque ha detectado que su tarjeta no tiene ‘cash’.

Aunque lo que de verdad me deprime no es que el deportista en cuestión gaste y derroche, que me parece bien que cumpla su sueño, bla, bla, bla. En mi opinión, lo verdaderamente preocupante es que adoremos sus extravagancias.
Vean si no el Bernabéu. Escudriñen el público cara a cara. No todos los que están ahí son adolescentes que idolatran al goleador o jovencitas con las hormonas entregadas al tipo. No. Estoy segura de que hay muchos parados y paradas ahí, entrados en años, vitoreando a la estrella de los 94 millones. Llorando de emoción, gritando de alegría. ¡Que viva Cristiano, el merchandising, el pan y el circo!

Me comentan por el pinganillo lo típico: que necesitamos ídolos, que precisamente en época de crisis es cuando más buscamos evadirnos en cualquier multitud y soltar superficial adrenalina, etc.

Pero no me convence. No me levanta el ánimo cuando veo a toda esa gente orgullosa de su fanatismo chillón y verbenero. Señores y señoras: con la que está cayendo... ¡Porca miseria!

En fin, será que soy una sosa y que las aglomeraciones me agobian. Pero unas agobian más que otras, definitivamente.

Insisto: con la cantidad de parados y de Madoffs que aún andan sueltos por ahí, ¿cómo es que hablamos de ‘Cristianomanía’ en lugar de ‘Crisismanía’? ¿Se imaginan ese Bernabéu atestado de gente pidiendo empleo o exigiendo una vivienda digna o el fin de la corrupción política? ¿Imaginan el pavor que sentirían las autoridades? ¿Por qué diantres no nos dejamos de mandar mensajitos para ‘salvar’ al último talento de nuestro pueblo, al que encima ni siquiera conocemos, y nos unimos para algo realmente importante?

Recuerdo cuando planteaba este tipo de quimeras en la Universidad, y mis colegas se reían y luego me decían que fuera sindicalista o algo así, lo cual a mí me sentaba como una patada, aunque supongo que el comentario era inofensivo.

Creo que alguna vez les he comentado lo de mi escaso poder de convocatoria para las causas justas y nobles (puedo llenar bares y comercios, pero las reivindicaciones sociales son otro cantar). Suelo decir que si se me ocurriera fundar una religión, no me seguiría ni Dios, y me reafirmo en mi chiste de dudosa gracia. Estoy convencida de que no reuniría a más de cincuenta personas para una ‘Crisismanía’, para una revolución por el empleo y el desarrollo sostenible, y ese tipo de cosas.

Mientras tanto, el show mediático continúa. Las entradas para el funeral -¿no les suena demasiado surrealista la frase?-, que eran gratuitas inicialmente, se revenden hoy por más de 10.000 dólares. La gente aprovecha el ‘chupinazo’ para emborracharse suciamente a la salud de Ernest Hemingway y los ‘fans’ de Cristiano Ronaldo, de todas las edades y condiciones sociales, se apretujan en el Bernabéu para ver cumplido el sueño de este nuevo rico.
¡Salud!


Pie de foto: La foto la he tomado prestada de El País.com. Mil gracias y buenas noches.

miércoles, 1 de julio de 2009

Calle Providencia

Se da la circunstancia de que tienes una cita, por decirlo de alguna manera.
Y esperas en el lugar acordado. Al cabo de unos pocos minutos, te das cuenta de que has quedado en el peor rincón del pueblo que se te podía ocurrir. Luego piensas que tampoco existe otro lugar demasiado agradable mires donde mires, y quedes donde quedes. Siempre encuentras algo profundamente desagradable, al menos si eres un anarca-cascarrabias como yo.

Esperas y esperas, y el muy desgraciado no aparece. La espera comienza a desesperarte, y pronto te preguntas qué demonios haces ahí, por qué has tenido la 'brillante' idea de quedar en ese cruce absurdo, de esa calle absurda, de ese nefasto pueblo.

De pronto, sientes que todos los transeúntes te incomodan con sus descaradas miradas, y sentirse estúpida se vuelve algo inevitable, dadas las circunstancias.
Impaciente, comienzas a caminar haciendo estúpidos semicírculos. Das cuatro pasos adelante, das ocho atrás. Repites el micro-paseo por las cuatro baldosas rotas y radioactivas de aquel pedacito de calle destartalada.

Pasan los minutos y aún sigues ahí, como una pánfila. Sigues las instrucciones del libro 'Cómo ser una pánfila de libro' y haces una 'perdida' al móvil de la persona que no acaba de aparecer. Como si esa triste acción acelerara el proceso de espera.

Pero también te preguntas por qué has acudido tan pronto a la cita a sabiendas de que el concepto de "cinco minutos" dista muchísimo de una persona a otra. Eso de "en cinco minutos" es tan falso como lo de "a ver cuándo estamos" o "te llamo un día de éstos".

El tiempo es relativo. Todo es relativo, en verdad. Pero el hecho de que te sientes completamente estúpida pierde en relatividad cada minuto, y gana en certeza.

Y entonces, una señal. Una señal que había estado ahí todo el tiempo, frente a tus vanidosas y egocéntricas narices, pero que no habías reparado en ella.

Providencia. Sin saberlo, has quedado en la calle 'Providencia'. Después, tras la bochornosa cita, consultas el significado de 'providencia' en la RAE. Encuentras un significado religioso, pero también otros más profanos que relacionan providencia con determinación, y cruzando ambas palabras terminan por salirte las de logro, objetivo, valor. Osadía.

Y al final de la espera, y la vana reflexión, y los pasitos tímidos en semicírculo, llegas a una conclusión:

Me voy (que no "me iré").


Ahora, sólo queda encontrar una fecha apropiada.


Pie de foto: Me fascinan las escaleras sumergidas en el agua. Supongo que esto tendrá algún significado psicoanalítico, pero francamente tampoco lo quiero saber. Disfruten el verano.