domingo, 17 de mayo de 2009

SuperCiviko is on the air


Sencillamente, yo no sabría qué hacer sin él. SuperCiviko es el último héroe de Barakaldo que limpiará, literalmente, las calles de adolescentes en peligro de coma etílico. SuperCiviko se escribe con 'k' porque así es más transgresor, o lo que es lo mismo, es más 'molongui'. Y además, se hace un guiño al euskera, para que luego digan que aquí somos todos unos 'Jonan de Baraka', tal y como (acertada y) divertidamente nos pintan en Vaya Semanita.

Camino por la soledad de una calle en domingo, y me pregunto quién estará detrás de la máscara de SuperCiviko. Es algo que me intriga sobremanera. Lo sé, seguramente los más suspicaces se habrán dado cuenta de que el tipo que aparece en el cartel 'botelloia' -otra traducción completamente acertada y digna de Euskaltzaindia-, aparece al descubierto y sin complejos.

A ver, ¡que no somos tan cazurros! El tipo que aparece en el enorme cartel no es el auténtico SuperCiviko, es una trampa, ya saben, para despistar a los antagonistas de esta peli subvencionada por el ayuntamiento: MrTripi, KalimotxoMan, Mari Juana... y todos los malechores que están degradando nuestro paisaje.

Por ello quiero aprovechar este post para agradecer a SuperCiviko su encomiable tarea. Gracias a él no encontraré a jóvenes -¡y no tan jóvenes!!!-, haciendo sus necesidades cósmicas en mi portal. Gracias a SuperCiviko no habrá violencia de garrafón en las grises y apestosas calles de mi barrio.

Pero... ¿Quién será SuperCiviko? No puedo parar de darle vueltas. ¿Será un jubilado hiperactivo y con ganas de marcha? ¿Será un policía municipal? ¿Un otero cansado de su anodino y nada cívico trabajo? ¿O quizá sea Ibarretxe, harto de que le encasillen en el papel de Capitán Spock?

Entro a comprar el pan a una nueva panadería, 'Econopanes'. Es una de estas tiendas que se abren y probablemente se cierran de la noche a la mañana, y de repente, tengo una revelación divina.

Es él. SuperCiviko.
El panadero que se parece razonablemente al chico de Slumdog Millionaire.

Siempre tiene una sonrisa en el rostro. Una sonrisa amable que invita a cambiar tu cara de póquer circunspecta. No te escupe cuando te dice el precio, ni adopta esa postura de perdonarte la vida cuando le pides, por favor, que te de esa barra de la izquierda, que está más tostadita.
¡Hasta ríe las gracias a las señoras! Un encanto, vamos.

Eso es ser SuperCiviko. Y a los que piensen que mi teoría es inconsistente cual pan bimbo untado en leche, les diré que su establecimiento, que provee al barrio de pan muy rico y a un precio más que austero, está situada adivínenlo: ¡En el barrio donde SuperCiviko tiene que llevar a cabo sus heroicidades! ¡Eso es! ¡La zona de bares y de ambiente 100% Kitsch*!

Quizá un día de éstos me acerque y le proponga ser SuperCivika y hacer de la hermana mayor que nunka, perdón, nunca fui. Al fin y al cabo, tiene mucha tarea que hacer. Que pim, que pam.




*Nota de la traductora: Kitsch es otra de esas palabras que no vienen en absoluto a cuento pero permítanme el capricho.

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