Se llama María Francisca Mérida Campos. Nos cuenta emocionada que a las 20.45h leerá el trozo de la novela de Cervantes que le corresponde. Reservó su turno de lectura hace más de tres semanas. Se puede hacer por teléfono y por internet, nos explica. Dice ser escritora de novelas, poesía, guiones cinematográficos, cortos... de todo. Lleva un tiempo sin publicar porque ha tenido "problemas de plagios". Prosigue el relato de su historia afirmando ser "una escritora tardía". Y es que nos revela que su verdadera profesión es "enfermera psiquiátrica" (sic).
María Francisca es una persona afable, viene y va por el Círculo de Bellas Artes de Madrid como si estuviera en su casa. La gente la mira al pasar debido a su extraño maquillaje. Lleva los ojos (y parte de la cara) pintados de negro, en su totalidad. Ni Amy Winehouse con su peor borrachera psicotrópica se hubiera pintado así. Sin embargo, la expresión de su rostro no provoca rechazo; pero tampoco admiración ni comprensión entre la masa gris que acude al evento. Las miradas van de aquí para allá en busca del ministro de turno o el personaje mediático del día. Los flashes no reparan en la figura atípica de María Francisca.
Toma un café y charla con quien tiene a su alrededor como si le conociera de toda la vida. Sólo necesita una excusa. "¿Podría darme usted la hora por favor?". Tan sólo un pretexto, una señal de que la están escuchando, de que hay alguien que la toma en serio, alguien con quien puede compartir sus ilusiones y deseos.
A los cinco minutos de la breve charla nos confiesa ser soltera y sin hijos. Y que vive sola. Pero no lo dice para darnos pena, es más, su confesión parece reafirmarla en su convicción por disfrutar de la vida. Cada día. A través de la literatura que tanto ama, por ejemplo. Sonríe.
Dentro, en el salón donde se procede a la lectura pública (más mediática y protocolaria que pública, seamos honestos) de El Quijote, se oyen aplausos y los periodistas codean y pisan a sus semejantes por lograr una declaración exclusiva del político de moda.
Nuestra Dulcinea particular, se mantiene al margen, sabe de sobra que no hay luces ni contemplaciones para ella.
Quizá, después de todo, tras ese maquillaje extremadamente gótico y esa fantasía novelesca, haya algo creíble en ella: su soledad.
Feliz dia del libro.
3 comentarios:
¡Muy bueno!. Pero como escribes txati... además en el día del libro. Voy a dejar de comprar prensa barata o cara, pero... escribe más por favor, no cada quince días. ¡Ah! la foto es buena también... la soledad...
Santana andereinoa!
Eres un carck!
Me encanta tu manera de escribir y explicar las cosas. Tu si que eres una kazetari!
Espero que tu aventura por Madrid esté siendo como la esperabas, y que todo te vaya fenomenal. No cambies!
Aqui te espera la Kazetari peña! y el Capuccino de la cafeeeee!!
Nos vemos prontito! aio! Muack!
Molto gracie bambinoss!! ¡Qué comentarios tan subidores de autoestima! ¡Yujuuu!!
¡Y que no nos falten "cafeses"!
Nos vemos pronto, en cuanto decida de una vez cómo ir!!!
Ciao bellísimos! ;-)
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