lunes, 6 de julio de 2009

'Cristianomanía'

Aglomeraciones por San Fermín. Marchas fúnebres masivas en los aledaños de ‘Neverland’. Masas enfervorizadas esperando a Cristiano, el jugador de los 94 millones.
Cortesía de Florentino, de Caja Madrid, del Gobierno... De ustedes mismos, al fin y al cabo.

Al parecer, eso es lo que debemos entender ahora por ‘apretarse el cinturón’: usted llévelo al zapatero (con minúscula, aunque tanto monta...) a que le haga más agujeros y mientras tanto, otros se compran el último modelo (y el más hortera) de la dichosa marca de prestigio. De una de esas tiendas en las que, antes de que uno ponga el pie dentro, el detector de metales comienza a pitar como un chivato loco porque ha detectado que su tarjeta no tiene ‘cash’.

Aunque lo que de verdad me deprime no es que el deportista en cuestión gaste y derroche, que me parece bien que cumpla su sueño, bla, bla, bla. En mi opinión, lo verdaderamente preocupante es que adoremos sus extravagancias.
Vean si no el Bernabéu. Escudriñen el público cara a cara. No todos los que están ahí son adolescentes que idolatran al goleador o jovencitas con las hormonas entregadas al tipo. No. Estoy segura de que hay muchos parados y paradas ahí, entrados en años, vitoreando a la estrella de los 94 millones. Llorando de emoción, gritando de alegría. ¡Que viva Cristiano, el merchandising, el pan y el circo!

Me comentan por el pinganillo lo típico: que necesitamos ídolos, que precisamente en época de crisis es cuando más buscamos evadirnos en cualquier multitud y soltar superficial adrenalina, etc.

Pero no me convence. No me levanta el ánimo cuando veo a toda esa gente orgullosa de su fanatismo chillón y verbenero. Señores y señoras: con la que está cayendo... ¡Porca miseria!

En fin, será que soy una sosa y que las aglomeraciones me agobian. Pero unas agobian más que otras, definitivamente.

Insisto: con la cantidad de parados y de Madoffs que aún andan sueltos por ahí, ¿cómo es que hablamos de ‘Cristianomanía’ en lugar de ‘Crisismanía’? ¿Se imaginan ese Bernabéu atestado de gente pidiendo empleo o exigiendo una vivienda digna o el fin de la corrupción política? ¿Imaginan el pavor que sentirían las autoridades? ¿Por qué diantres no nos dejamos de mandar mensajitos para ‘salvar’ al último talento de nuestro pueblo, al que encima ni siquiera conocemos, y nos unimos para algo realmente importante?

Recuerdo cuando planteaba este tipo de quimeras en la Universidad, y mis colegas se reían y luego me decían que fuera sindicalista o algo así, lo cual a mí me sentaba como una patada, aunque supongo que el comentario era inofensivo.

Creo que alguna vez les he comentado lo de mi escaso poder de convocatoria para las causas justas y nobles (puedo llenar bares y comercios, pero las reivindicaciones sociales son otro cantar). Suelo decir que si se me ocurriera fundar una religión, no me seguiría ni Dios, y me reafirmo en mi chiste de dudosa gracia. Estoy convencida de que no reuniría a más de cincuenta personas para una ‘Crisismanía’, para una revolución por el empleo y el desarrollo sostenible, y ese tipo de cosas.

Mientras tanto, el show mediático continúa. Las entradas para el funeral -¿no les suena demasiado surrealista la frase?-, que eran gratuitas inicialmente, se revenden hoy por más de 10.000 dólares. La gente aprovecha el ‘chupinazo’ para emborracharse suciamente a la salud de Ernest Hemingway y los ‘fans’ de Cristiano Ronaldo, de todas las edades y condiciones sociales, se apretujan en el Bernabéu para ver cumplido el sueño de este nuevo rico.
¡Salud!


Pie de foto: La foto la he tomado prestada de El País.com. Mil gracias y buenas noches.

2 comentarios:

iñaki dijo...

Mal ejemplo, desde luego.
La gente como loca escuchando tres simplezas del chico y dos fanfarronadas de su presidente.
Y luego nos dan miedo los talibanes.
Y el majo de Ronaldo diciendo que está orgulloso de lo que han pagado por él. Dice que se lo merece.
Él no tiene la culpa, es un chavalito.
Hau mundu arrano hau!!!!
Habrá que buscar/fabricar otros mundos. Cambiar éste lo veo xungo, je

Amaiasan dijo...

No sé si se podrá cambiar este mundo, a mí me da mucha pereza, francamente.
Y supongo que ver a los mandamases paseando por las ruinas 'turísticas' de L'Aquila no ayuda a motivarse.
Menos mal que aún hay personas ingeniosas que se preocuparon de recibirles con un elocuente "Yes, we camp".
;-)