¿Cuánto tiempo más había de pasar?. Yo misma comenzaba a hartarme de corroborar mis furibundas tesis una y otra vez. Todo el proceso de ilusión-esfuerzo-fracaso-esperanza-decepción para llegar por enésima vez a la misma conclusión...
Grosso modo, no importa lo que valgas ni lo que te esfuerces. No recuerdo ahora quien lo dijo, pero estaba la verdad de su lado cuando afirmaba aquello de “somos nuestro envoltorio”. Por cierto… ¿Os habéis fijado qué fácil es hacer un articulillo a base de pedazos de canciones perdidas y de frases huérfanas?, informa la agencia Amaiasan Press.
(Calma, yo no dije en ningún momento que esto que escribo aquí tuviera algún sentido. Tan sólo expulso gases lacrimógenos que, en ocasiones, suenan hasta poéticos y reggaetones).
En fin. Que una cree que el esfuerzo siempre es reconocido y recompensado y que hay que ser positiva y todo eso que nos dicen las páginas sepia que nos ofrecen trucos para integrarnos en el nefasto y crudo mercado laboral. Lo de ser positiva, salta a la vista: lo llevo francamente mal.
No soporto la falsedad más de ocho horas seguidas, no aguanto la hipocresía, la falsa superioridad de la gentucilla necia y apestosa… Todo lo que me rodea me corrompe, y eso pasa factura. Ya lo veis, a pesar de que parece que vivimos en un mundo de color de rosa Marina DiOr donde todos dormimos con la conciencia tranquila en colchones LoMásMónaco, lo cierto es que en la telenovela-reality-txow que es nuestra vida tienden a ganar los malos.
Me refiero a los prototipos de personas que son más hábiles que tú y que, siguiendo fieles la ley del mínimo esfuerzo y disimulando con asombroso ingenio su incompetencia, salen airosos de toda situación y encima se llevan la medallita que tú has forjado con tanta fe y esperanza.
Luego tienes que ver cómo pasean sus méritos mientras tu guardas un silencio que trata de ser digno pero que roza la cobardía y la estupidez. Quien calla otorga. Pero, ¿qué otorga?. ¿Qué aporta ese silencio que no te defiende y que es insignificante en el ruido incesante de esta gran ciudad que nos asfixia?.
Quizá dentro de poco vayamos a los montes a coger ese ticket que te dan en la carnicería para coger vez para gritar, para pegar un gran grito que nos libere y que nos lleve de nuevo a la posición fetal. Al kilómetro cero.
Libres.
Sin etiquetas.
Sin envoltorios.
No hay comentarios:
Publicar un comentario