domingo, 16 de enero de 2011

De anécdotas y ciberguerras


He intentado digerirlo. Han pasado como trece horas. Y aún no he podido. No he podido. De verdad.

Vuelvo a combinar la cena con el sonido del informativo televisivo de turno como sonido de fondo, mal hábito si quieres tener una digestión placentera. Doy fe. Escucho una noticia sobre un grupo de turistas vascos (a partir del minuto 6:45), jóvenes de viaje de estudios a nada más y nada menos que Túnez, país de lamentable actualidad por la oleada de protestas, muertes e indignación a lo bonzo. Entiendo la preocupación de los padres por sus mochuelos -faltaría más-, entiendo el gancho de actualidad 'general' por tratarse de nuestros conciudadanos. Pero me repugna que, después de la experiencia que habrán vivido allí, la periodista destaque al chavalín que se queja tímido del trato recibido, que al parecer "no ha sido muy bueno". Al parecer, se quejan de la "desinformación sufrida". Vamos a ver: ¿dónde se creían que estaban? ¿Qué esperaban, dadas las terribles circunstancias? Es como si un turista en Teresópolis se queja porque las inundaciones le han fastidiado las vacaciones. Con las ganas que tenía de Sol y samba. Cachisenlamar.

Para rematar, la periodista nos regala un final tan bochornoso como deleznable: "Los estudiantes volverán mañana a clase, con decenas de historias y ANÉCDOTAS que contar". ¿Realmente ha dicho "anécdotas"? ¿Cómo puede alguien referirse a lo que está ocurriendo allí como una anécdota? Vaya por delante que me parece muy feo criticar a "una colega", pero esto ha sido demasiado. Me parece cuanto menos, inoportuno, por mucho que su intención fuera buena y simplemente quisiera referirse a las 'aventuras' que hayan podido vivir estos muchachos en tierras lejanas.

No soporto la hipocresía que aflora cuando ocurren desgracias demasiado lejos que sólo parecen afectarnos realmente si alguien próximo a nuestro ombligo ha estado allí. Vuelven a mi atormentada mente titulares de cuando el tsunami de 2004: "No sé cuantos mil muertos, algunos de ellos europeos". Echen la cuenta. El valor de la vida de un ciudadano europeo y/o estadounidense equivale a la de unos 300-500 sudamericanos, etíopes o congoleños, o a mil en el caso de los asiáticos, pues hay muchos chinos por el mundo. Es asqueroso, de verdad.

Anécdotas, dice. Lo peor es que la periodista quizá haya dado en el clavo después de todo. Quizá mañana uno de esos chavalines se queje a los colegas de no haber podido hacer fotos de los disturbios o de no encontrar bombones bajo la almohada de su habitación en el hotel. O a lo mejor cuente una serie de batallitas ficticias y colapse su Tuenti con fotos de personas -sí, no lo olvidemos, las 'anécdotas' las protagonizan, o protagonizaban, PERSONAS-, haciendo cola por un puñado de harina que mate su hambre o restos de una sangrienta protesta entre autoridades y jóvenes encolerizados. "¡Qué guai, tío! ¡Qué pasada! ¡Había ruido, y sangre, y caos por todos lados! ¡Parecía que estaba metido en un puto videojuego de la Play!".

En fin. Al menos, siempre nos quedará Carlos Salas, quien nos explica de manera concisa y veraz lo acontecido en las últimas semanas en Túnez en su artículo 'El triunfo de la ciberguerra en Túnez'. Con datos, sin anécdotas. Igualmente, contar con artículos como éste ('Porque tengo derecho y porque yo lo valgo'), de la genial Carmen Posadas, me ayudan a mitigar este encrespamiento. Muchas gracias. Que tengan un buen día.

1 comentario:

mendi dijo...

niña, te exaltas enseguida
¿Has probado con el yoga?
ji