domingo, 4 de octubre de 2009

Acoso y derribo de los castillos en el aire

Paseaba por el puerto marítimo de Algorta, y vi a un señor que debía de haberse pasado toda la tarde construyendo una salamandra gigante de arena y un gran castillo del mismo efímero e inconsistente material en cuyas ventanas había depositado velas para iluminar la original estancia.

Frente a estas dos obras, un cartel reza 'Eskerrik asko. Gracias'. Apenas se cuentan diez monedas. El hombre, que parece extranjero, camina paciente alrededor de sus creaciones mientras apura un cigarrillo.

Me pregunto hasta cuándo podrá este artista vender sus obras al público sin incumplir alguna ley u ordenanza municipal que provoque la molesta visita de unos policías que le 'inviten' a deshacer sus castillos. Me imagino la orwelliana escena:

- Buenas tardes, ¿nos enseña la licencia de construcción y exposición de edificaciones de arena de uso público?
- ¿Disculpe?-, acierta a decir el artista, claramente contrariado.
- Ya sabe. El permiso para edificar con arena de uso público con fines lucrativos expedida por la Ordenanza que regula las construcciones de castillos de arena y derivados en las playas que desarrolla los supuestos que recoge la Ley 1/2010 de Costas y otras efemérides.

El artista, rebusca entre sus bolsillos y lo único que encuentra es su documento de identidad y un pasaporte. Se lo enseña al agente. Despectivamente, el policía se lo enseña a su compañero y ambos ríen malévolamente.

- Bueno, queda comprobado que usted está edificando en terreno no urbanizable y con evidentes fines lucrativos sin estar en posesión de la licencia para...

El artista, nervioso, le interrumpe:

- ¿Quiere decir que me va a multar?
- Exacto.
- ¿Me va a quitar cuatro puntos de mi carnet de artista registrado en artes plásticas?
- Ya le gustaría. Le voy a sancionar con 150 euros por ser la primera vez y no figurar en el registro de artistas fraudulentos e ilegales.
- ¿Y qué es lo que se dispone a hacer su compañero, señor agente?
- Obviamente, va a proceder al desalojo y derribo de las construcciones ilícitas según la Ley 1/2010...
- Perdone, ¿ha dicho desalojo? ¿Me va a echar también de la playa?
- No, al menos de momento y siempre que no interfiera en nuestro cometido ni se rebele contra las fuerzas de seguridad, representadas en estos momentos por servidor y por el agente del cubo y el rastrillo, que procede al desalojo de los posibles inmigrantes ilegales o vendedores ambulantes que usted, presuntamente, pueda tener escondidos en los interiores de las construcciones corruptas. Le informo de que, de confirmarse este supuesto, la sanción sería mucho más severa que la de 150 euros.
- ¿Pero qué dice...? ¿Cómo voy a tener a alguien allí metido?
- Cosas más raras se han visto. Además, hemos de descartar posibles alijos de droga o productos falsificados.
- ¿Para qué iba a tener yo droga?... Quiero decir que soy un simple constructor de castillos de arena para ganar lo que la voluntad de los paseantes me ofrezcan.
- ¿Pero en qué mundo vive? ¿Me está tomando el pelo? Permítame que le diga que encaja perfectamente con el perfil del presunto contrabandista que además de traficar con sustancias ilegales, bolsos y camisetas de Domenico y Gabardina, especula con edificaciones que no cumplen con los requisitos que dicta la ley de costas...
- Sí, la Ley 1/2010...
- Usted lo ha dicho. Parece que finalmente nos vamos entendiendo. Ya iba a añadir al informe resistencia a la autoridad...

En ese momento de la desesperante y absurda conversación, el artista observa cómo el agente del cubo y el rastrillo comienza a derruir sin piedad parte del castillo.

- ¡Pare, por favor! ¡No escondo inmigrantes ni alijos de droga! ¿Qué pasará cuándo descubran que todo es arena?
- Es indiferente. Nuestra obligación es derruir la construcción ilegal igualmente.

Mientras tanto, la gente pasea ajena a la escena. Todos acatan la norma. Ha calado hondo aquello de "no lo comparto pero lo respeto". Miran de reojo pero nadie se para a contemplar la situación. Un tercer agente se encarga de que los viandantes caminen sin prisa, pero sin pausa. Sobre todo sin pausa.

El artista, enojado y descorazonado, ve cómo sus horas de trabajo se reducen en un instante a la arena homogénea y anodina. Mira hacia el mar. Mira a su alrededor. Observa lujosos restaurantes que se adentran descaradamente en la orilla, saltándose a la torera la ley que él tan escrupulosamente está obligado a cumplir.

- No es justo-, musita.
- Ya.

El agente permanece ajeno al desconcierto del pobre artista, y se entretiene haciendo fotos del derribo con su móvil última generación. El artista lo mira fuera de sí.

- Son para el informe.

Contesta el representante de la autoridad, que añade:

- Por cierto, tras el derribo procederemos a incautarle los beneficios obtenidos ilícitamente de esta actividad.

Una sonrisa dibuja el desespero del artista en su rostro.

- Quédeselo. Apenas son cuatro euros.
- Eso dicen todos.
- Presuntamente.


La noche cae sobre la gran salamandra y el colosal castillo y nada parece romper la quietud que refleja la tenue luz de las velas. Puede que la escena imaginada tenga efectos especiales, pero por desgracia ya hay leyes en determinados pueblos y ciudades que prohíben hacer castillos de arena. Tengo entendido que hay una proposición no de ley que también prohibe especular y edificar castillos... en el aire no urbanizable.

Disfruten de su parcela de oxígeno mientras puedan. Sean felices.



Pie de foto: Gracias a IslaKokotero por dejarme utilizar esta foto. ¿Porque me deja, verdad?

3 comentarios:

Iñaki dijo...

Oso ona!!!
Ke bonito eso de multar a quien edifique castillos en el aire.
Oso ona!! -barriro-
Se ve que los domingos te inspiran más que los lunes, jiji

Amaiasan dijo...

Eskerrik asko, Iñaki!
Gracias también a Lucía por su observación.

¡Saludos!

Anónimo dijo...

¡Qué bueno!. ¡Qué real!. ¡Qué pena de mundo se avecina, ya está aquí!, pero mientras haya alguien que construya castillos en la arena... habrá esperanza. Nuestras "fuerzas locales" persiguiendo una brizna de arte y en el paseo una fauna de camellos, ladrones, timadores, banqueros... campa a sus anchas.