domingo, 9 de enero de 2011

Los observadores (ya en los mejores cines)



Hay algo peor que ver una película en el cine acompañado del molesto rumiar de las palomitas y/o las toses de quienes se afanan en compartir su virus en sociedad. Me refiero a los comentarios 'agudos' de esas parejas anodinas a las que yo he denominado como 'los observadores'. Aparece en pantalla un moribundo que está delirando. La escena es explícita, el actor convincente. Todos sabemos que el tipo está delirando pero, por si cabía algún tipo de duda, la parejita petulante se toma la molestia de susurrar en Dolby Surround que, efectivamente, el personaje "está delirando". Gracias por la aclaración, no nos habíamos dado cuenta, petardos.

Los comentarios aclaratorios no cesan. Si aparece un árbol ellos señalan curiosos: "Mira, un árbol". Si algo se está quemando ellos advierten cuidadosos: "Se está quemando". Alguien está a punto de morir y ellos adivinan: "Se va a morir".

Quizá la falta de diálogos en el filme les incomode y les provoque ese extraño efecto de soltar una retahíla de redundantes comentarios fatuos. Me pregunto con malicia y crueldad si sus conversaciones privadas serán igual de profundas e intrigantes.
Lo que más me molesta es el tonillo de cierta superioridad intelectual que rodea sus anotaciones, los tipejos cargantes deben de creer que además de perspicaces observadores son inteligentes críticos de cine o incluso intelectuales, que es mucho peor.

En serio, prefiero mil veces el rumiar de las palomitas, papajitos y cronchi-frostis. Si me apuran resulta hasta relajante.

Los protagonistas de 'Camino a la libertad' -tras estas Navidades necesitaba una peli de supervivencia tanto como una dieta 'detox*'-, vislumbran un oasis en el desierto y mis exasperantes vecinos observadores apuntan: "Es un espejismo". Estoy a punto de dirigirme a ellos y preguntarles si han escrito ellos el guión, dada su agudeza mental y 'anticipación' a los hechos. Sin embargo, una vez más, me contengo. Me pico y no respiro.

Termina la película y aparecen los créditos. Entonces ellos, por fin, se quedan calladitos y acurrucados en sus butacas, tan ricamente, contemplando el devenir de letras blancas sobre fondo negro. Los muy capullos se quedan solos en el cine sin nadie a quien torpedear la película. Si hay algo peor a que te desvelen el final de un filme es que te lo describan como si no fueras capaz de 'descifrar' lo que tienes delante de tus ojos. Si hubiera estado en mi casa viendo un DVD en vez de en el cine, pensaría que he activado la opción de 'comentarios del director'. Malditos lerdos pedantes**.

Cuánto daño hacen quienes no soportan el 'horror vacui' que parece provocarles el silencio. Todo tienen que rellenarlo con ruido e interferencias soeces y aberrantes. Ya ni siquiera necesitamos el recurso de las abominables risas enlatadas. Reímos al unísono, lloramos todos a una, con la misma escena, con la misma frase del actor en cuestión. Con las mismas gafas 3D. Qué obedientes, qué bien nos han inculcado -¿o inoculado?-, la lección.


Y es que el silencio es tan trágico y... ... ensordecedor...


*: 'Detox' es la palabra 'cool' (=guay, chachi-molongui, debuti, en cañí) para referirse a la desintoxicación vía zumo de piña y alcachofa de los excesos navideños en forma de mazapán y turrón crocanti.
**: Antes de que algún anónimo picajoso me tache de desalmada que se ha metido con unos ciegos (o invidentes, si prefieren), les diré que no, que los observadores no padecían ninguna minusvalía y que tenían sus cinco sentidos operativos. De lo contrario, me habría abstenido de escribir este post. Kapisci?

1 comentario:

mendi dijo...

el silencio será más caro que el petróleo en el siglo XXI
espera y verás
Y sí, en el momento en el que te das cuenta de que no te molesta, ESE instante vuelves a nacer (telojuroporsnoopy)